Guillermo del Toro es un mexicano que la ha hecho en grande en Hollywood. Quizá, nadie como él ha conseguido hacerse de un nombre como realizador en el mundo, por encima de Alfonso Cuarón e incluso González Iñárritu. Mientras estos dos últimos han destacado también por excelsas imágenes e historias, del Toro es, sin embargo, una raza distinta de realizador: todas sus películas tienen un sello particular que brota del ingenio, de la imaginación desbordante, del dibujante haciendo cine. Este hombre regordete ya daba muestras en sus inicios del cine fantástico que habría de impulsarlo a las grandes ligas cinematográficas: con ‘Cronos’, su primera película en México, dejó para la filmografía nacional la mejor película fantástica de nuestra historia.
Luego, el resto, se conoce: ‘Mimic’, ya en Hollywood; ‘El Laberinto del Fauno’, desde España; ‘El espinazo del diablo’, también España; y luego su megaexitosa trilogía hollywoodense del antihéroe de cómic ‘Hellboy’; y ‘Blade II’. Es un genio de la dirección raro, que se basa para sus historias en fuentes fantásticas, extrañas y bélicas. Eso lo hace un realizador de cine de autor, más que sus símiles mexicanos. Dentro de un género muy campechano como el cómic, él lo hace especial… le da un toque que supera a los objetivos comerciales de este tipo de películas. Guillermo del Toro, por esto, es para muchos el realizador más importante mexicano del momento. Incluso, por encima de Cuarón, a pesar de haberse aventado una de ‘Harry Potter’, o de González Iñárritu, que ya ha sido nominado al Óscar. La constancia de del Toro, por estas razones, es inobjetable en esta victoria. Su victoria. Nuestra victoria como mexicanos.
