El mercado de las campañas


Desesperados por iniciar la campaña —desde el primer minuto del 30 de marzo— los candidatos del PRI y del PAN comenzaron la maratónica competencia, AMLO lo hizo hasta que salió el sol. En estos tiempos donde la política está capturada por los medios y las nuevas redes sociales serán la novedad, la campaña por la Presidencia de la República se convertirá en un gran mercado, pero no sólo en el sentido de la mano invisible que selecciona a los mejores competidores, sino sobre todo por el comercio de votos que habrá. La pobreza estructural del país convierte a las campañas en relaciones de intercambio, al más puro estilo clientelar.

El mercado de la campaña tendrá muchos puntos atractivos, no faltará el colorido de la propaganda, habrá pitos y flautas, gorras y plumas, camisetas y distintivos al por mayor. Sin dejar de lado las atractivas frases que se puedan quedar en la memoria de los votantes. Abundarán los merolicos para vender el mejor remedio de un candidato en contra de todos los problemas del país. Nos llenaremos de reuniones que poco a poco inundarán las plazas y los estadios del país a donde se trasladarán a cientos de miles de votantes de todo tipo: los duros de siempre, los convencidos de última hora, los pragmáticos del momento, estarán los curiosos que van por una torta y un refresco, los oportunistas que no pueden faltar y, sobre todo, los clientes que cambiarán su voto por una promesa, por una incorporación a algún programa social, laminas o sacos de cemento para construir su casa.

Las calles, los pueblos, los barrios y las rancherías de todo el país se empezarán a llenar de propaganda, espectaculares, carteles, plásticos, volantes y poco a poco tendremos un espacio público atiborrado, con una saturación visual de grandes proporciones. El modelo de medios masivos, radio y televisión, tendrá un reparto de tiempos y una administración a cargo del árbitro de la contienda. Así, la campaña no sólo será un gran mercado de luces, colores y clientelas, sino también un universo de medios que transmitirán spots a lo largo y ancho del país. No habrá un momento en donde la propaganda no se vea o escuche de forma permanente, hasta llegar a la saturación con unos 19 millones de mensajes que prácticamente podremos aprendernos de memoria.

En esta campaña la novedad tecnológica serán las redes sociales que por primera vez jugarán un papel destacado. En esos espacios de expresión también habrá intervención de los partidos y centros de transmisión que harán todo lo posible por colocar una idea para favorecer a un candidato, pero, al mismo tiempo, las redes jugarán como un contrapoder para fijar opiniones plurales sobre la campaña. El acceso abierto a las redes es un factor que puede darle un toque democratizador a la contienda. De cualquier forma, habrá que evaluar sus alcances. La prensa escrita hará un contrapeso porque será el espacio en donde habrá reflexión y análisis. Frente a la inmediatez del instante en los diarios y en las páginas online se escribirá la memoria de esta campaña.

Las campañas electorales se han convertido en un conjunto de estrategias que ponen en sintonía a los candidatos con sus propuestas a través de encuestas de opinión, marketing, asesores de imagen y tácticas publicitarias. En estos tres meses veremos el discurso de cada candidato que repetirá en cada entrevista sus principales ideas y sus ocurrencias. Con este modelo de campaña, que ahora puede ser más equitativo, pero que todavía está lejos de una campaña con calidad, en donde el eje sea el debate y no el spot, se pondrá a prueba la última reforma electoral.

México enfrenta problemas complejos: enorme desigualdad, grave inseguridad, corrupción generalizada, una economía que no crece y una captura monopólica de intereses, para mencionar sólo algunos. Habrá sólo dos debates (en mayo y junio) para salir de la redundancia mediática y del mercado clientelar. Se supone que una campaña presidencial debería ser un momento propicio para discutir soluciones, pero ya sabemos que una cosa es la promesa de campaña y otra la política de gobierno. Sin embargo, también sabemos que una sociedad democrática sabe exigir sus derechos a pesar del marketing, del desencanto democrático y el desprestigio de los políticos. ¿Sabremos hacerlo?